27 abril, 2024

Hoy es Viernes Santo recordamos pasión de Cristo y su muerte en la Cruz

Este 29 de marzo, es Viernes Santo y toda la Iglesia se une en el duelo, con espíritu penitencial para conmemorar la Pasión y Muerte de Jesús.

La liturgia de hoy, en toda su riqueza, nos depara momentos intensos en los que podremos profundizar en el misterio del sacrificio de Cristo.

En todo el mundo cristiano se llevan a cabo diversas expresiones de fe: Se reza el Vía Crucis [El camino de la cruz], se escucha el “Sermón de las Siete Palabras” -reflexión en torno a las palabras que Cristo dijo en la Cruz- y se realizan procesiones o liturgias públicas semejantes, presididos generalmente por la imagen de Cristo sufriente y de su Madre Dolorosa.

En Viernes Santo no se celebra la Santa Eucaristía ni ningún otro sacramento, a excepción, claro está, del Sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos en caso de necesidad o urgencia.

En la tarde del Viernes Santo se realiza la Celebración de la Pasión del Señor, que conmemora los distintos momentos por los que pasó el Salvador en las horas previas a su ejecución. Ese itinerario de dolor se recuerda paso a paso a través de la lectura de la Palabra, la Adoración de la Cruz y la Comunión Eucarística -consagrada el día previo, Jueves Santo-.

Al mismo tiempo la Santa Madre Iglesia, invita a la feligresía a acompañar a la Virgen María en sus sufrimientos de madre, pues ella nunca abandonó a su Hijo y, a diferencia de la gran mayoría de discípulos, no huyó y permaneció firme a los pies de la cruz.

Hacia el final de la Celebración de la Pasión, después de la Adoración de la Cruz, el Misal Romano contempla: “Según las condiciones del lugar o de las tradiciones populares y, según la conveniencia pastoral, puede cantarse el Stabat Mater, (…) o algún canto apropiado que recuerde el dolor de la Bienaventurada Virgen María” (VS, n. 20).

Por la noche, los fieles meditan el periplo de Jesucristo hacia el Calvario o Gólgota a través del Vía Crucis [El camino de la cruz]. Luego, antes de acabar el día, en numerosos lugares se celebra el “Oficio de las Tinieblas” en el que se recuerda la oscuridad en la que cayó el mundo cuando muere el Redentor. Dicha celebración, generalmente hecha dentro del templo y en un ambiente de creciente oscuridad, concluye con un signo de esperanza: después de dejar paulatinamente el templo a oscuras, se enciende una vela sobre el altar que recuerda que Jesús habrá de resucitar.

Todas estas formas de piedad dejan en evidencia que la Iglesia, como madre buena, provee de los medios necesarios para acercarnos a Dios y conocer mejor el misterio de su amor sacrificial, que es infinito. Nunca olvidemos que Cristo no se guardó nada para sí, sino que lo dio todo por nuestra salvación.

Ene se sentido, piden a la feligresía responder guardando ‘silencio’ -externo e interno- o fomentando el espíritu reflexivo, de forma que se puedan unir al duelo por la muerte de Jesucristo, haciendo propios los sentimientos de la Iglesia, para cumplir así con los preceptos de ayuno y abstinencia.

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