La sonda espacial JUNO está dedicada al estudio del planeta Júpiter y forma parte del programa espacial New Frontiers de la NASA.
La sonda está impulsada por energía solar y ha viajado más lejos en el espacio, llegando a posicionarse en la órbita de Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar, a la que dará 37 vueltas antes de estrellarse contra su superficie.
Aunque Júpiter no es una estrella, se cree que durante la etapa de formación del Sistema Solar, hace algo menos de 5.000 millones de años, actuó como un hermano egoísta y devoró los restos de gas y polvo que había dejado la formación del Sol. Así se convirtió en un planeta gigantesco, hecho de hidrógeno y helio, como las estrellas.
Ahora, tiene una masa que dobla al resto de planetas combinados y su área de influencia es inmensa. Cuenta con más de 60 lunas, como Ganímedes, mayor que Mercurio, o Europa, un mundo helado con un océano subterráneo en el que algunos consideran posible encontrar vida. Bajo las nubes de ese mundo gigante y sus tormentas descomunales se esconden muchos de los secretos del origen del Sistema Solar y en la composición de su atmósfera se puede encontrar información sobre sus migraciones, en las que pudo arrasar nuestro sistema planetario para hacerlo habitable.
Es, además, un peligroso planeta. Este mastodonte da una vuelta sobre sí mismo cada 10 horas, lo que contribuye a generar un descomunal campo magnético en el que los electrones quedan atrapados y funcionan como balas para cualquier cosa que se le acerque. Heidi Becker, ingeniero especializada en efectos de la radiación del Jet Propulsion Laboratory de la NASA ha descrito la aproximación de Juno como “visitar la parte más temible del lugar más temible… el entorno radiactivo de Júpiter que nadie ha visitado antes”.