CUADERNO PÚBLICO

Por: Rafael Ayala Villalobos

Hace tiempo hice un análisis sobre los profesores de enseñanza primaria en la región de La Piedad, que entre otros datos, arrojó la siguiente numeralia: edad promedio de los maestros, 40 años; días semanales trabajados en promedio, 4; horas semanales trabajadas en promedio, 22; salario promedio mensual, 10,500; maestros con segundo trabajo, 10%; maestros trabajadores informales, 8%; años de escolaridad promedio de los profesores, 16.

Baste con esta información para entender que los maestros, independientemente de sus métodos de lucha sindical con los que podemos o no estar de acuerdo, tienen razón en los objetivos de su movilización, máxime cuando sus prestaciones de retiro son insuficientes, cuando no han sido escuchados con ánimo de acordar, sino de disuadir y cuando la mayor parte de la problemática educativa es estructural, lo que nos debe apurar a contar con un plan integral tendiente a resolverla.

La palabra maestro nace del latín “magister”, ligada al estatus de jefe o dirigente de algo. Viene del latín “magis” que significa más. El que es “magister” es lo más, lo contrario a “minister”, que es lo menos. Minister es el que sirve, de donde surge ministro.

El problema es que en México el “minister” agarra dinero como un “magister” mientras que el “magister”, que en verdad es “minister”, o sea que sirve al futuro y al presente del país mediante la educación, cobra salario “miserabilis” y de allí las protestas “iratae”, enojadas, en latín, de las últimas semanas.

Y es que salario viene de “salarium”, desde que en la antigua Roma los pagos a los trabajadores se hacían con sal, muy valiosa en ese tiempo, de allí “salarium”. Solo que aquí el pago a los maestros está salado.

Bueno, el caso es que la palabra maestro señala a alguien con los más elevados conocimientos en alguna rama del saber, de allí que se dice maestro de la carpintería, maestro de música o maestro cervecero…

Por eso es obvio porqué a quien dirige un grupo en un salón de clase se le dice maestro, porque es el que sabe más.

Dato curioso es que los antiguos griegos decían “paedagogus” al esclavo que llevaba a un niño a que tomara sus lecciones diarias. Ya luego se le empezó a decir “paedagogus”, pedagogía, a la actividad misma de enseñar. Quizá por este dato algunos quieren esclavizar a los maestros, o tratarlos como tales…

Un dato todavía más curioso es que de repente le decimos “profesor” a los docentes. Esta palabra, profesor, va de la mano del latín “profiteor”, que significa declarar, pero también de “professio”, o sea la acción de profesar, de donde brota profesión, profesional. Todo ello nace de la profesión de fe con la que el cristiano anuncia lo que cree con la oración del Credo.

Así, el profesor es el que se prepara para profesar lo que sabe frente a sus alumnos nutriéndolos de sus saberes, con lo que él cree, o sea con sus lecciones.

Cabe decir dos cosas: la primera, que alumno no significa “el que no ve” o “el sin luz”, como algunos sostienen, sino que viene del verbo “alere” que significa alimentarse; y la segunda, que la palabra lección nos llega del latín “lectio” que es leer, porque en la Edad Media los profesores se paraban frente al grupo a eso, a leerle.

Abundando es esto último, después de leerles, seguía la “quaestio”, esto es preguntar, interrogar los alumnos al profesor sobre lo que éste leyó. Enseguida realizaban la “disputatio”, o sea una discusión entre los estudiantes. Así eran las clases.

La función del maestro nace de la historia humana, del empeño del ser humano por transmitir conocimientos y sabiduría, estoes formación del carácter, para que la humanidad evolucione y no involucione.

Siempre alguien ha enseñado a otro y éste a otro más: a cortar leña, a hacer fuego, a narrar, a cazar, a criar niños, a defenderse, a conocer a la divinidad, el pensamiento, la naturaleza y la sociedad…

Es frecuente escuchar que alguien dice que fulano “pasa hambre como un maestro”, dando a entender que los maestros ganan poco. También es común que respecto de algún profesionista alguien diga peyorativamente que “acabó dando clases”. Este tipo de expresiones son la puritita y cruel verdad y ponen de relieve nuestro mal: que los que enseñan por vocación para transmitir conocimientos y cultura viven con apuros, aunque no todos, y que no valoramos con suficiencia la actividad de la docencia. Aquí va otra: docente proviene del latín “docens” y “entis”, del verbo “docere”, que quiere decir enseñar, entonces docente es el que enseña.

Ojalá que un día podamos decir que alguien “vive mejor que un maestro” porque se ha superado la tragedia de menospreciar la enseñanza y ese anhelo de tener a las nuevas generaciones medio ignorantes, pasándoles consignas y no enseñándoles a pensar. Ese día México se superará y progresará.

Por cierto que superación viene del latín “superare” que significa crecer y progreso de “progressus”, que significa avance.

Vuelvo al “magis”, al más, no tanto en cantidad sino en calidad, como los sacerdotes jesuitas lo entienden. De allí su lema: “En todo amar y servir”, que implica acrecentar las propias capacidades para ponerlas al servicio de los demás.

San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas enseña el “magis”, de magisterio, fundamentándolo en la orientación de la vida, en hacer más para servir mejor, siempre para mayor gloria de Dios, por eso utilizan la abreviatura A.M.D.G., en latín.

El problema educativo tiene muchas aristas, pero veamos nada más la siguiente: estaremos de acuerdo en que es muy importante la formación continua de los maestros ya que son los que más pueden inspirar y transformar vidas desde el aula.

Y sin embargo como que esta importancia no se refleja en las políticas públicas. En el Presupuesto de Egresos de la Federación del 2025, el Programa de Desarrollo Profesional Docente tiene asignados para capacitación 99 millones 810 mil 271 pesos, que si los dividimos entre el millón 221 mil 410 profesores de educación básica que hay en el país, vemos que para los 32 estados se desinan 81 millones 717 mil 207, cantidad muy baja que se reparte de manera desproporcional porque solo atiende a criterios contables, desdeñando lo social.

Para la educación secundaria, por ejemplo, de los 99 millones y pico que le decía, se destinan solo 23 millones 715 mil 265 pesos que al dividirse entre los 412,151 mentores de este nivel, vemos que son nada más 57 pesos anuales por maestro.

Es importante atender el tema educativo integralmente y no solo desde las crisis coyunturales, a fin de que la sociedad, los padres de familia, los maestros y los gobiernos municipales, estatales y federales realmente diseñen juntos cómo transformar la educación en México para bien de todos.

Sean felcies.

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