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Cómo ocurrió en otros momentos de la historia con la prohibición de algunos estilos musicales, en Estados Unidos la Censura alcanzó otro nivel en Estados Unidos, al prohibir títulos de libros de autores como Gabriel García Marquez, Isabel Allende y Laura Esquivel.

La organización de escritorios de Estados Unidos denunció que más de la tercera parte de libros prohibidos, presentan ciertos personajes o autores de color, además de autores y personajes latinos.

En los últimos años, Estados Unidos ha vivido una creciente controversia en torno a la censura de libros en escuelas y bibliotecas públicas, un fenómeno que ha encendido las alarmas de escritores, académicos y defensores de la libertad de expresión.

En el centro del debate se encuentran obras de autores latinos de talla internacional como Gabriel García Márquez, Laura Esquivel e Isabel Allende, cuyos libros han sido retirados o restringidos en algunos distritos escolares bajo el argumento de “contenido inapropiado”, “lenguaje explícito” o “temas sensibles”.

Aunque no se trata de una prohibición federal generalizada, diversas organizaciones como PEN America han documentado que, a nivel local, miles de títulos han sido sacados de estanterías escolares, afectando de manera desproporcionada a autores latinoamericanos, afrodescendientes y a obras que abordan temas de identidad, género, historia y justicia social.

En este contexto, novelas emblemáticas como Cien años de soledad, Como agua para chocolate o La casa de los espíritus han sido objeto de cuestionamientos, pese a su reconocido valor literario y su presencia histórica en planes de estudio universitarios alrededor del mundo.

Especialistas advierten que estas restricciones no solo limitan el acceso a la literatura, sino que también empobrecen el diálogo cultural en un país marcado por la diversidad.

Para millones de estudiantes de origen latino en Estados Unidos, estos libros representan un puente con su historia, su lengua y su memoria colectiva, por lo que retirarlos implica negarles referentes culturales fundamentales y reducir la posibilidad de una educación crítica e inclusiva.

Autores y editoriales han señalado que la censura responde, en muchos casos, a presiones políticas y a un clima de polarización ideológica que busca imponer una visión única de la realidad. Isabel Allende, por ejemplo, ha declarado en diversas ocasiones que prohibir libros es una forma de miedo: miedo a las ideas, a la diversidad y al pensamiento libre.

La discusión trasciende fronteras. En América Latina, la noticia ha generado preocupación y rechazo, al considerarse un retroceso en materia de derechos culturales. La literatura latinoamericana, traducida a decenas de idiomas, ha sido clave para comprender procesos históricos, sociales y humanos universales.

Hoy, más que nunca, el debate sobre los libros prohibidos en Estados Unidos abre una pregunta crucial: ¿qué tipo de sociedad se construye cuando se limita el acceso al conocimiento? Para muchos, la respuesta es clara: defender los libros es defender la libertad, la diversidad y el derecho de las nuevas generaciones a pensar por sí mismas.

Por Staff

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