En las interminables filas de peregrinos que quieren dar el último adiós al Papa Francisco, cuyo féretro ya reposa abierto en la Basílica de San Pedro, afloran, sobre todo, sentimientos como la pesadumbre, la conmoción y la tristeza.
“Dios se lo ha llevado demasiado pronto”, asegura Carmina que había venido a Roma desde el sur de Italia para las celebraciones litúrgicas de Semana Santa y que, tras la noticia de su muerte, decidió alargar su estancia.

“No quería irme sin verle por última vez. Estuve aquí el domingo y lo vi pasar de lejos, no me puedo creer que ya no esté”, dijo mientras sostenía una sombrilla.
En la plaza de San Pedro siguen en su sitio las miles de sillas que se habían colocado para seguir la misa del Domingo de Pascua, una de las celebraciones más importantes para los cristianos, y que ahora servirán para acoger a las decenas de miles de personas que se espera participen en el funeral del Pontífice que celebrará el Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin.
“Por aquí recorrió la plaza a bordo del papamóvil. Parece como si hubiera querido despedirse”, señala.
A su lado, un grupo de monjas susurran con un rosario en las manos mientras están apoyadas en una de las rejas con las que la policía ha creado una especie de pasillo para coordinar la entrada ordenada a la Basílica de San Pedro.
“No tenemos fuerza para hablar o para hacer una entrevista”, asegura una de ellas con las cuencas de los ojos empapadas.
Más adelante, un sacerdote colombiano que está estudiando en Roma asegura que si bien sabían que “estaba muy enfermo”, ha sido una “sorpresa”.
Ha seguido desde las grandes pantallas instaladas en la plaza de San Pedro la entrada del féretro con el cuerpo del Papa Francisco y confiesa que ha llorado cuando “las campanas del templo tañían a muerto”. “Toda la plaza ha comenzado a aplaudir en homenaje al Pontífice fallecido el lunes”, recuerda.
“Ha sido un gran Papa”, dice, por su parte, Carlo, un joven universitario que señala que aunque se considera agnóstico quiere acercarse a rezar por el difunto Pontífice. Este joven lleva, como todos los que están en la fila, cinco horas bajo el sol.
En el ir y venir de personas que quieren entrar a la basílica, también hay momentos de atasco en la que los desconocidos conversan e incluso hacen amigos. “Venimos todos de España. Nos acabamos de conocer y vamos a vivir esta experiencia juntos”, asegura Pedro.
En medio de la multitud, también encontramos dos sacerdotes que trabajan en la Pontificia Academia Eclesiástica. Han tenido el privilegio de formar parte del cortejo que ha acompañado los restos mortales del Papa Francisco desde la Casa Santa Marta.
El P. Nicolaus es alemán y para lo más importante es rezar por la Iglesia en estos momentos de una cierta orfandad.
“Hemos rezado por el Santo Padre y rezaremos ahora por la Iglesia Católica y por el futuro, dando gracias por todo lo que ha hecho y rezando por el próximo Papa que vendrá”, asegura.
“Rezamos por la unidad de la Iglesia que es muy importante en estos momentos”, concluye el P. Giovanni, italiano.