27 abril, 2024

Tigres de Arena

Por: Bismarck Izquierdo Secretario de Cultura del CEN del PRI

“Melchor Ocampo”

“La vida del guerrero es el curso del torrente que se despeña de los montes, desgajando árboles y arrollando los obstáculos que se presentan á su paso; en tanto que la existencia del sabio es la mansa corriente de un arroyo que va tranquila, fecundando la tierra y haciendo brotar flores por donde la vista solo contempla un desierto árido y triste.”

Bosquejo biográfico del ciudadano Melchor Ocampo, Eduardo Ruíz.

José Telésforo Juan Nepomuceno Melchor de la Santísima Trinidad Ocampo Tapia, mejor conocido por su nombre abreviado, Melchor Ocampo, cumple como todos los cinco de enero, en esta ocasión, 209 años de haber nacido en la hacienda de Pateo, en las inmediaciones de lo que hoy es Maravatío, Michoacán.

De entre los miembros de la pléyade de héroes y personajes ilustres que ha dado Michoacán, Melchor Ocampo permanece como el más destacado junto a José María Morelos y Pavón, en función de sus aportes a esta entidad y a la nación mexicana.
Ocampo perteneció a la generación de políticos e ideólogos que materializaron, a través de la guerra, las convicciones de los liberales de su época y que culminaron con la restauración de la república en 1867.

Se destacó desde muy joven por su capacidad intelectual y dedicó sus años posteriores a la universidad a realizar un viaje a Europa, mismo que le permitió conocer los centros culturales más importantes de ese tiempo, así como recorrer las librerías más concurridas de las capitales europeas.

De este viaje “cosechó” gran parte de los títulos que conformaron su biblioteca y que estaban escritas en diversas lenguas extranjeras. Durante aquella estancia europea también conoció a otro ilustre mexicano: José María Luis Mora.

Científico, políglota, humanista, político y diplomático, Melchor Ocampo tuvo una formación que aún bajo los estándares actuales es una prácticamente inimitable.

Queda en los testimonios de sus colegas la devoción que profesaba hacia sus estudios botánicos, mismos que realizaba horas previas a recibir los primeros rayos del alba.

Entre los temas que aún lo “persiguen” se puede citar lo relativo al tratado McLane-Ocampo o sus quince días como ministro, por mencionar sólo algunos.

Sobre el primero ya se ha estudiado y aclarado que el paso de las tropas norteamericanas ya estaba estipulado desde el Tratado de la Mesilla (Art. 8vo.) firmado por Antonio López de Santa Anna. De hecho, dicha claúsula fue derogada en 1937 por los presidentes Cárdenas y Roosevelt.

Con la negociación que realizó Ocampo con el gobierno estadounidense obtuvo el reconocimiento diplomático —de facto— para el gobierno de Juárez durante aquella circunstancia aciaga.

También es relevante mencionar que dicho “tratado” nunca fue ratificado por ambas naciones; es decir, nunca entró en vigor y Ocampo jamás cedió a las presiones norteamericanas durante su encargo.

Respecto del segundo tema, sus quince días como ministro, ya se hablará en otra entrega; de momento, hasta aquí se deja este texto dedicado a la memoria de uno de los ideólogos y políticos más grandes que dio Michoacán y México. En los tiempos oscuros que se viven la luz de Melchor Ocampo prevalecerá como una buena guía.

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