Por Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI.

Ha transcurrido el 12 de diciembre y simbólicamente el año laboral en México ha concluido. Estamos sobrellevando ya el cuarto año del actual gobierno y cada día se generan más incógnitas que respuestas respecto de lo que le deparará a nuestro país.

En el sector cultural público no se ha dejado de sentir las malas decisiones de la actual administración federal y si bien este año se reabrieron los foros y recintos culturales, siguen sin percibirse los efectos de la política cultural federal.

La polarización no sólo contamina el ámbito cultural nacional sino también a nivel estatal, teniendo como ejemplo lo acontecido durante la inauguración de la FIL en la que se confrontaron las autoridades de la Universidad de Guadalajara y grupos afines al gobierno estatal.

De igual forma, la reciente manifestación por parte de figuras del gremio cinematográfico, han resonado por motivo de la cancelación de la entrega de los premios Ariel, exponiendo una grave crisis financiera al interior de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) y el nulo apoyo del gobierno hacia esta agrupación. Guillermo del Toro y Joaquín Cosío expresaron su malestar y sus críticas y a su vez fueron blanco de los insultos y descalificaciones de los seguidores del actual régimen.

En este contexto, la desaparición de los fideicomisos sigue siendo uno de los más grandes errores de la administración 2018-2024 y sus efectos apenas comienzan a asomarse.

Asimismo, el cuestionado proyecto insigne del sector cultural, la remodelación del Bosque de Chapultepec, dista mucho de concluirse y recientemente fue colocado como parte de los “proyectos prioritarios” para entregar antes de concluir este sexenio.

De los 10 mil millones de pesos invertidos en este proyecto, sólo 30 millones son ejercidos directamente por la Secretaría de Cultura de México. Igual, uno puede recorrer personalmente este espacio y corroborar si se están realizando las obras comprometidas; la realidad habla por sí misma, no hay resultados tangibles. Se vislumbra un panorama muy difícil para que se concluyan los trabajos que se supone se entregarán en diciembre del 2023.

En este punto, se pueden realizar un sinnúmero de operaciones aritméticas para hablar sobre qué se podría haber hecho con esos 10 mil millones de pesos, sin embargo, sería un esfuerzo tan ocioso como deprimente.

A dos años de la crisis sanitaria, la amenaza de rebrotes son una constante y los primeros afectados son quienes dependen de la apertura de los foros culturales para desarrollar sus actividades profesionales. Antes, durante y después de la pandemia estuvieron desprotegidos y hoy lo siguen estando. Su situación con este gobierno no cambiará.

Ante el desamparo oficial hacia el gremio artístico y de creadores sólo queda formular votos para que encuentren pronto los reductos e instancias donde puedan continuar su desarrollo profesional alejados de perturbaciones y maniqueísmos.

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