Como cada año, fiel a sus tradiciones y costumbres, la señora Lourdes Trinidad de la isla de Janitzio, realiza los preparativos de la Noche de Muertos, fecha en que ofrenda a sus difuntos las delicias gastronómicas que disfrutaron en vida.

Primero los tamales, luego el pan y la comida que colocará en el altar, en el que las velas y veladoras no pueden faltar, pues estas son ya una costumbre ancestral que aprendió de su madre desde muy pequeña. “Me decía, ‘ya párate y apúrate porque nos vamos al panteón’. Y ya me iba ahí y ahí me dormía”, recuerda.

En esos días, dice con emoción, su pensamiento se centra en las cosas que debe comprar y en lo que va a preparar para esa noche, ya que para ella estar en el panteón es lo más importante.

“Yo no me siento a gusto si nada más llevo una ofrenda”, comparte de la Noche de Muertos en que no sólo recuerda al familiar más cercano como su esposo, sino a sus padres y sus abuelas y abuelos que también vivieron esta tradición.

La comunidad purépecha de Janitzio ha mantenido viva esta tradición por siglos y cada año, la isla se convierte de una de las celebraciones más emblemáticas de todo México.

Por Staff

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