De manera tradicional el viernes anterior al Domingo de Ramos, o exactamente una semana antes del viernes santo, los fieles de la iglesia católica acostumbran a colocar un altar dedicado a la Virgen de los Dolores o a María dolorosa.

Esto con la intención de contemplar, consolar y aprender de los siete dolores que padeció la madre de Cristo.

El primero de sus dolores, fue haber escuchado la profecía de Simeón, en que después de haber reconocido en Jesús la “luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2, 32), Simeón anuncia a María la gran prueba a la que está llamado el Mesías y le revela su participación en ese destino doloroso.

El segundo dolor de la virgen María se presentó durante su huida hacia Egipto con Jesús y José, para evitar la matanza ordenada por el rey Herodes.

El tercer dolor llega cuando Jesús se pierde en el templo, para luego ser encontrado hablando con doctores y eruditos sobre la biblia.

En el cuarto dolo, se narra su encuentro con Jesús cuando este, se encontraba de camino hacia el monte calvario.

El quinto dolor llega al ver a su hijo crucificado, luego de todo el sufrimiento de su pasión.

El sexto dolor se manifiesta cuando recibe el cuerpo de Jesús luego de ser bajado de la cruz, tras su muerte.

Y el séptimo dolor ocurre al momento de enterrar a su hijo y la soledad que sintió en ese momento.

Se cree que esta tradición fue iniciada por los “Padres Servitas” es decir Siervos de María, en el siglo XIII, la devoción hacia la Virgen de los Dolores, que iniciaba con el paseo de las flores, en que la gente tomaba flores para llevarlas a los portones de sus casas y ponerlas en su altar.

Se trata de una jornada cargada de simbolismo, en esta tradición, que tiene mucho arraigo, es de lo más conocida, con varios detalles a tener en cuenta, como su origen o el significado de la misma.

La Dolorosa es muy venerada en Colombia, Argentina, Panamá, Italia y Portugal, y es la patrona de Eslovaquia.

En México es costumbre colocar en los templos y en algunas instituciones culturales como son los museos, un altar dedicado a la Virgen de Dolores que se adorna con esferas coloridas de cristal que representan sus lágrimas, toronjas, jícaras, banderitas de papel picado que aluden a su amargura, jarrones con aguas frescas, semillas germinadas de trigo o amaranto que evocan la esperanza en la Resurrección.

Por supuesto, no puede faltar la imagen de la Virgen, ya sea en bulto o en pintura.

Por Staff

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